Negar lo que duele no lo hace desaparecer
- Yais Barroso

- 2 may
- 2 Min. de lectura
Actualizado: hace 5 días
Hay momentos en los que enfrentar la verdad puede doler tanto, que preferimos evitarla. Y eso no es raro: todos, en algún momento, usamos mecanismos de defensa para protegernos del dolor. A veces minimizamos, justificamos o simplemente seguimos adelante como si nada… aunque por dentro algo se va estancando.
El problema es que cuando estas defensas se vuelven automáticas, dejamos de conectar con lo que sentimos. Y lo que no se reconoce, no se resuelve: se acumula. En forma de ansiedad, agotamiento, irritabilidad o desconexión emocional.
Negar el dolor no lo vuelve menos real. Solo lo deja sin espacio para ser atendido.
¿Cómo saber si estás evitando una verdad que te está doliendo?
🔹 Le restas importancia a lo que te afecta: frases como “no es para tanto” o “ya se me pasará” pueden sonar lógicas, pero muchas veces esconden el miedo a enfrentar lo que realmente duele.
🔹 Justificas lo que en el fondo sabes que no está bien: cuando empiezas a explicarte algo más para tranquilizarte que para entenderlo, probablemente estás racionalizando una situación que te hace daño.
🔹 Funcionas en modo automático: si te sientes estancado, confundido o desconectado, puede que no sea falta de claridad, sino una forma de protegerte del impacto que tendría aceptar lo que ya intuyes.
🔹 Lo que sientes no se refleja en lo que haces: estás triste, frustrado o agotado… pero sigues actuando como si todo estuviera bien. Esa desconexión entre lo emocional y lo conductual también es una señal.
Aceptar la verdad no siempre trae alivio inmediato, pero sí abre posibilidades. Nos ayuda a salir del lugar donde el malestar crece en silencio, y a iniciar un camino más honesto con nosotros mismos.
Sentir, aunque incomode, también es una forma de cuidarse.
Nos vemos en sesión.
Contenido profesional.
No reemplaza un proceso clínico personalizado.
Si deseas trabajarlo en un espacio cuidado, puedes iniciar tu proceso desde aquí



